martes, 23 de enero de 2007

Volver Al Triste Laberinto de Salvador


Pues ayer cuando llegué a casa me encontré con que en el mundo.es buscaban un reportero para la próxima entrega de los premios Goya. Para ser seleccionado pedian enviar una carta a modo de presentación, diciendo las cualidades y calidades por las que cada uno pensaba que debía ser el elejido. No decían la duración de ese texto, asique yo me puse a desvariar y al final escribí lo que aqui dejo a continuación. Eso si, cuando he ido a enviarlo es cuando he visto que pedian un tamaño concreto, y más bien pequeño, de texto. Aquí lo dejo integro para quien lo quiera leer.

"Volver Al Triste Laberinto de Salvador.

A las 2.50 de la mañana llego a mi casa tras haber estado primero en el cine y luego tomando algo más que el camino de vuelta a casa. Entro en la red para revisar las últimas noticias del día, para adquirir esa pequeña depresión que suelen provocar los acontecimientos del mundo. Decido relajarme –para lo mismo que fui al cine- y bajo la vista hacia los titulares deportivos y culturales. Ahí, alojado en la mitad inferior de la página, veo este anuncio en el que se pide la ayuda de alguien para contar lo que pase en la próxima entrega de los Goya. Leo las bases del “concurso” y me decido a enviar esta carta o mail de presentación no solo para presentarme, sino también para tener una nueva excusa con la que dejar volar mi imaginación, y un nuevo motivo para permitir a mis dedos que naveguen sobre el teclado. Mientras, en mis cascos conectados al ordenador, la voz del melódico cantante de Coldplay parece acompañarme en mi nueva misión, acariciando mis oídos con la frase “Nobody said it was easy”. A la voz inglesa que suena, casi como llamada en un rezo o en un rito Vudú al más puro estilo Bitelchús, aparece ante mi, sin que nadie la haya invitado, the Virgin of Guadalupe, y tras ella, como no podía ser de otra manera, la canosa cabeza –y el resto del cuerpo- de Pedro Almodóvar. Me mira con intención de hablar, pero le callo con la mano un instante pues en la tele acaba de comenzar una película, española para mas señas, llamada “La guerra de los locos”. Tras comprobar que, efectivamente, se trata de una historia más sobre nuestra guerra, dejo de mirar a Juan Luis Galiardo en la pantalla de 4/3 y me concentro en lo que me tenga que decir uno de los nominados de este año. Pedro, tras ayudar a sentarse a la Virgen en el cómodo sofá que inunda mi salón, me mira con ojos intrigados y llenos de ansiedad:


- ¿Crees que voy a “Volver” a ganar el Goya? –me pregunta.

Yo no sé que contestarle, y para no mentirle ni quedarme callado, le digo lo primero que se me pasa por la cabeza.

- Tranquilo. No pienses en los Globos de Oro.
- Si lo hago, me vuelve la gripe –contesta.

Se queda callado, mirándome, mientras yo sigo tecleando en el ordenador. De vez en cuando mira la pantalla, como observando lo que escribo sobre él. Por eso paro y, despidiéndome de él con una mano, con la otra continuo preguntándome que es lo que pasará sobre la próxima alfombra roja goyística. Y aunque la época no es la misma y no es un pintor sino un escritor, no sé muy bien por qué –aunque si sé que me viene muy bien- aparece ante mi la perilla acompañada de anteojos que forma la inconfundible estampa de Quevedo. Le miro, no sabiendo si hablar con el personaje o con Echanove, y, echándole “un par de”, me decido a imaginar, con la mayor de las disculpas, lo que me diría uno de los dos:

No se trata de ganar,
no es lo importante participar.
Hay que permanecer.
Un cuadro en la memoria,
eso aspiramos a ser.

Miro al bueno de Francisco, y cuando estoy a punto de darle la noticia de que aún se le recuerda, Juan Echanove mira a la enorme pantalla de mi televisor y, agarrando un pedete lúcido de los que no se olvidan fácilmente, saluda al Juan Luis Galiardo que coprotagoniza la película que acompaña esta narración.

- ¡Mira el Chepa! –exclama-. ¡Que gratos recuerdos de Turno de Oficio! ¡Que charlas más amenas y divertidas!
- ¿No charlabas con Viggo?
- Si… pero apenas se le entendía.

Alatriste… triste triste. Me deprimo un poco con su recuerdo, y tengo durante unos instantes la tentación de abandonar esto que escribo, levantarme, ir al baño, coger del bidé “Corsarios de Levante” y continuar leyéndolo hasta que olvide por completo la sexualidad de Fray Emilio Bocanegra y el universal acento indeterminado del mejor amigo humano de los Hobbits.
De repente, tras yo pensar en extrañas criaturas, Juan se lleva las manos a la cara, poniendo las palmas pegadas a los cristales de sus gafas quevedianas. No sé muy bien lo que hace, ni por qué, hasta que en el dorso de sus manos, a la altura de sus lentes, se abren dos parpados. Mirando esos hipnóticos y terroríficos ojos, me doy cuenta de que ante mi ya no tengo a un literato, ni siquiera a un hobbit o a un elfo, sino un fauno cabreado porque, en mi imaginación, he debido de morder una de sus magnéticas manzanas. Intento decir algo, pero los nervios provocan que de mi boca no terminen de salir las palabras.

- P…P…Por…s…s…si…s…sirv…sirve…d…d…de algo…l…la p…pel…pel…película…m…me…gus…sss…gustó…m...m…mucho.

Como si mi repentina tartamudez fuese tan magnética como las frutas del fauno, Sergi Lopez aparece ante mi con la indumentaria de ese pedazo de cabrón que tan bien interpreta en la p…pel…película.

- Te estas metiendo tu solo en el laberinto –me dice mientras con su mano derecha saca, de la funda, lentamente su pistola-. Ten cuidado no te vayas a quedar dentro.

En su mano izquierda, observo aterrado, sostiene unas tenazas que imagino correosas y oxidadas. Cuando estoy a punto de responderle algo, suenan disparos en mi televisor. Giro mi cabeza y veo gente uniformada que acaba de ejecutar a alguien. Es uno de los locos de la película que siguen emitiendo, pero la excusa es perfecta para que Daniel Brühl desplace de mi presencia al monstruo fauno y al monstruo humano.

- Estoy seguro –dice sentándose en mi sofá a la vez que saca un cigarrillo- que cuando viste Good Bye Lenin! no pensaste que hablase perfecto castellano.
- Confieso –digo avergonzado- que aunque he visto el film que nombras, la que aún no he visto es Salvador.
- Aún tienes tiempo antes de la gala.
- Lo sé.

Salvador, Daniel, sonríe. Levanta su brazo izquierdo y, chascando los dedos, desaparece. Vuelvo a estar solo en el salón, con mis teclas y mi imaginación. La película de La2 ha acabado, y decido terminar con este texto antes de que empiecen a visitarme los personajes del culebrón que emiten a continuación.
Me despido de la gente que vaya a leer esto y salvo el archivo. Aún no lo envío porque quedan varias horas para que pueda hacerlo. Apago el ordenador y me sitúo bajo las mantas, dispuesto a soñar con el cine de las sabanas blancas. Pero este año mis sabanas no son blancas, ni rojas como la alfombra que no creo que visite, más bien tienen un color… como describirlo… ah!… si!… Azuloscurocasinegro."




2 comentarios:

Juan Manuel E. R. dijo...

Oye, mu bonito! Le has pillado el truco en un periquete al Blogger este. Me alegro, porque sabia que te iba a gustar mucho.

Enhorabuena y bienvenido a la blogosfera. Espero que sea solo el principio.

Besos.

Juan Manuel E. R. dijo...

Oye, que me dice Reverte que... muchas disculpas pero que sigue sin acordarse del momento cumbre. La noche, que le confunde. Le da mucha vergüenza, pero que le va a hacer.

Ah, que lo de la TV tira.